Estamos unidos

No estamos en guerra

@papeleriadieciocho

«No estamos en guerra, estamos unidos». Esta frase, que ha sido un grito de lucha por estos días en nuestro país, se siente perfecta también para comenzar un camino que desde hace un año venimos trazando y que como comunidad nos hace clic en todo sentido. Hoy salimos a las redes sociales acompañadxs de la contingencia país de la cual no nos podemos ausentar y de la que estamos orgullosxs de ser parte, ya que es necesario marcar un precedente de lo que está pasando en el rubro y del que no podemos hacer vista gorda si lo que pasa ahí afuera está directamente relacionado con nuestro quehacer.

Nos han dicho que la moda es el reflejo de nuestros tiempos. Si esto es cierto, entonces es tiempo de revestir nuestra manera de relacionarnos con el consumo y las prendas que vestimos, de la misma vez que las que actualmente poseemos en nuestros closets, sin vida, simplemente durmiendo.

Las decisiones personales que tomamos, cuando consumimos, tienen un significado importante en la sociedad y en el medio ambiente. Es importante darnos cuenta y hacernos responsables del qué compramos, el qué vestimos y el cómo cuidamos nuestra ropa, ya que esto habla por sí mismo y da una voz activa a nuestro yo consciente.

Mucho de la moda de hoy en día se trata de la facilidad del consumo, adquiriendo ropa de la manera más barata posible y teniendo cada vez más y más de ellas, sumado a que es una de las industrias más contaminantes del medio ambiente (segundo lugar después de la industria del petróleo), ya que la producción de ropa y textiles explota recursos naturales y libera productos químicos tóxicos en nuestras aguas.

Si tomamos en cuenta cada prenda que vestimos, desde la producción hasta el estado de consumo, pasando por su mantención (lavado y secado), cada fase genera huella de carbono, afectando directamente a la creciente crisis del cambio climático. En otras palabras, somos todxs responsables de la huella de carbono que genera el sector textil. Ya sea por acción u omisión.

A este campo minado de desafíos se suman los problemas del trabajo seguro y salarios justos. Si tan sólo exigiéramos la trazabilidad de lo que compramos y poder unir esos hilos invisibles de nuestra ropa hasta los campos y granjas que producen sus materias primas, sin olvidar a lxs trabajadorxs que los convierten en prendas, descubriríamos un sorprendente rastro de devastación tanto ambiental como social.

Esto nos deja en una encrucijada de moda: debemos decidir cambiar, de una vez por todas, la relación con nuestras prendas.

Hoy en día estamos más conscientes e informadxs que nunca, por lo que podemos estar al tanto de los impactos negativos de la industria de la moda, tales como aumento de la polución, desperdicios y condiciones laborales injustas. Y lo que debemos hacer ahora que tenemos acceso a esta información, es no apartar la vista como si nada pasara. Es hora de preguntarnos si vamos a continuar llenando nuestros armarios con ropas que no cumplen las condiciones básicas de cuidado al medio ambiente, como a su vez de salarios y condiciones dignas para lxs que las trabajan.

Como consumidores tenemos el poder de efectuar cambios: el disponer libremente de nuestro poder adquisitivo en pro de una relación con un consumo más consciente y el deseo de tomar decisiones éticas, nos proporcionará las herramientas necesarias para luchar por el despertar de una manera del nuevo vestir.

Ojo, esto no significa que corramos a comprar un armario nuevo, completamente ético y sustentable, por el contrario, se trata de hacer pequeños cambios en la manera que adquirimos, tomamos cuidado y descartamos nuestras prendas. Estos cambios podrían parecer abrumadores y una perdida de tiempo al inicio, pero con un poco de conocimiento  podemos llevar la manera en que nos vestimos hacia un camino sustentable.

Por otra parte, es de suma importancia tener en cuenta los beneficios que conlleva el fomentar el desarrollo sostenible del mercado de la moda local: somos un país con una industria textil mermada durante años a punta de importaciones que nunca tomaron en cuenta las implicancias que esto arrastraba, ni menos, el desamparo que dejaba atrás en los países desde donde esta ropa era fabricada.

Tenemos que volver a enaltecer el oficio de los hilos.

Hoy, lxs trabajadorxs que viven de esta área, son quienes están derrumbando los cánones de lo que entendemos como moda tradicional, están democratizando el acceso a las prendas en todas sus formas, tamaños y colores, desmarcándose del patriarcado industrial, ese que no te dejaba respirar, el que te pone en una línea de trabajo de 8 a 8, el que cose en serie, el que te ahoga la creatividad en pabellones grises eterno.

Hoy nos vemos en las calles desmarcados de lo rutinario para volver a conectarnos con la dignidad, mirarnos a las caras y hacer comunidad, conscientes de que otra economía es posible, que el uso de nuestro dinero nos pertenece y que cada consumo es una acción política.

Devolver la conciencia a nuestro estilo de vida es primordial, preocupándonos desde lo que comemos hasta lo que vestimos.

Al final, es nuestra responsabilidad sabernos poseedorxs de una identidad creativa sin límites, hoy ya emancipada de los métodos de producción industrial, y desde ésta ponernos al servicio de una sociedad que despertó y que entre todxs estamos volviendo a crear.